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Crítica: Satanás The Black Cat

Título original: Satanás The Black Cat. Año: 1934. Duración: 65 min. País: Estados Unidos. Director: Edgar G. Ulmer. Guión: Edgar G. Ulmer, Peter Ruric (Historia: Edgar Allan Poe). Música: Heinz Roemheld. Fotografía: John J. Mescall (B&W). Reparto: Boris Karloff, Bela Lugosi, David Manners, Julie Bishop, Egon Brecher, Harry Cording, Lucille Lund. Productora: Universal Pictures.

La vieja Europa tuvo un siglo XX de lo más convulso, nada menos que dos grandes guerras involucraron a prácticamente todos los países europeos, con la consiguiente pérdida de riqueza y talento en forma de fuga de cerebros de las vanguardias culturales. Si como afirman los científicos, la entropía -el desorden- es la causa propia de la vida, las convulsiones socio-políticas sitúan a los artistas en la diatriba de manifestar su parecer ante esas agitaciones mediante la expresión del arte. He aquí que los regímenes fascistas no soportan el arte, lo intentan encorsetar y estandarizar a su propia medida. Durante la Alemania nazi cientos de artistas de todas las disciplinas tuvieron que huir temiendo ser represaliados por el régimen,  también científicos e industriales. Estados Unidos era la meca de estos prohombres del saber, donde eran recibidos con los brazos abiertos por lo que pudieran aportar a la joven nación. Sin alargar mucho la lista, y más bien siendo concisos, Edgar G. Ulmer, cineasta de origen checo afincado en Berlín, fue uno de ellos, un hombre de cine que había mamado la esencia del expresionismo alemán de principios del siglo XX y cuya primera obra fue algo tan atrevido para la época como un documental: Los Hombres del Domingo (1930), codirigida con pesos pesados del cine alemán que luego se verían las caras en la industria norteamericana: Robert Siodmak, Curt Siodmak y Fred Zinneman.

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La siguiente película de Edgar G. Ulmer no fue de producción alemana, ya había dado el salto al otro lado del océano buscando una industria que no pusiera cortapisas a su creatividad. En 1934 se inaugura en el cine norteamericano, concretamente en los estudios Universal, con una película de terror, una adaptación de un cuento de Edgar Allan Poe que reúne en su reparto a Bela Lugosi y a Boris Karloff como protagonistas de una historia tan extraña que en momentos se ve rayana en un surrealismo un poco enfermizo. El nombre de esta obra es The Black Cat (1934) titulada en España como Satanás. Aparte de la maestría de esta obra y de la densidad de su atmósfera y sus personajes que la consagran como una pieza imprescindible del fantástico, cuyo análisis desgranaremos en estas líneas, cabe destacar que ya el título en español era completamente errado, pero su encabezamiento original no dista de ser menos falaz. Satanás The Black Cat, es una película basada en el cuento El Gato Negro, de Edgar Allan Poe, sin embargo la similitud del argumento de esta película con la pieza del escritor romántico no tiene absolutamente nada que ver excepto que de vez en cuando aparece un gato negro en escena. Resulta curioso cómo se aprovecha el tirón comercial de Poe para el cine aunque la supuesta adaptación no tuviera en común más que el título con la obra del poeta afincado en Providence.

Satanás The Black Cat cuenta sólo con un puñado de personajes a los que somete a un duro tour de force en medio de una atmósfera densa y enfermiza, barrenada por una pasión lujuriosa, un marco gótico que conjuga el clasicismo del castillo encantado y una estética vanguardista poco común en las producciones norteamericanas:  Una pareja de recién casados Joan Allison (Julie Bishop) y Peter Alison (David Manners) se encuentran disfrutando de su viaje de novios cuando conocen a un misterioso hombre llamado Vitus Verdegast (Bela Lugosi), que ha pasado los últimos quince años encerrado en una prisión. Tras unas azarosas circunstancias la pareja se verá obligada a que pernoctar  en el hogar del siniestro arquitecto Hjalmar Poelzig (Boris Karlof) a quién le une una vieja amistad con Vitus, desde ese momento la narración se centrará en la antigua relación de ambos, una antigua rivalidad que procede de los I Guerra Mundial, una mujer, la de Verdegast, en liza por ambos amantes. La irrupción de la pareja de novios en esta disputa despertará el insaciable deseo lujurioso de Poelzig, deseoso de contar con Joan Allison en su colección de mujeres amortajadas -increíble escena en la que Poelzig muestra su «colección de muñecas» conservadas para la eternidad-. En este momento, como en otros de Satanás The Black Cat, el personaje de Boris Karloff se muestra como un auténtico psicópata, una especie de Conde Drácula disfrazado de modernismo y sofisticación, dejando a Bela Lugosi el papel de hombre torturado y mentalmente frágil, acobardado por la pérdida de su esposa y por los pecados que cometió junto a Poelzig en la guerra. El pulso interpretativo entre ambas estrellas del cine de terror es sublime e incesante, tanta vez que los roles típicos que se asignan a los actores cambian diametralmente en Satanás The Black Catsatanás black cat edgar ulmer

El castillo gótico o mansión decimonónica se cambia en Satanás The Black Cat por una inquietante fortaleza -construida sobre el lugar donde ocurrió una sangrienta batalla- que parece construida por un arquitecto de la escuela alemana Bauhaus. La fortaleza exhibe estancias decoradas con gusto exquisito, repletas de elementos art decó -movimiento artístico surgido en el periodo de entre guerras- en las estancias de uso común. Sin embargo, a medida que los personajes se adentran en el submundo del recinto, y por ende bucean en los laberintos de sus almas donde se encuentran con las deudas que tienen que saldar, la carga de oscuridad y terror de las estancias aumenta in crescendo: En la sala de las mujeres amortajadas en urnas de cristal cilíndricas Poelzig exhibe su naturaleza lujuriosa y psicópata; durante la bajada por la escalera de caracol -que parece salida de algún clásico de cine expresionista- Vitus recita un monólogo comparando a ambos protagonistas como espectros de la Gran Guerra; la inquietante sala de tiro de la artillería -un escenario hasta la fecha inédito en una película-, el altar pseudosatánico, o la sala de las torturas donde tendrá lugar el enloquecido final, donde Verdegast ejecuta el desollamiento de Poelzig con un escalpelo, todos son escenarios que aportan tanta oscuridad y horror a la película como frescura al panorama de terror de la época, dominado por la continua revisión de los tópicos románticos. La estética de Satanás The Black Cat, en la que Edgar G. Ulmer se involucró personalmente, tiene un más que evidente sabor europeo; el director ya estaba bregado en la creación de más que insinuantes decorados: sus trabajo en El Golem (1915), El Gabinete del Doctor Caligari (1920), Metrópolis (1927) o M. El Vampiro de Dusseldorf (1931) supusieron piezas claves decisivas del cine europeo de entre guerras; el talento de Ulmer como director de arte fue muy bien aprovechado en los estudios Universal.

Influida por la incipiente tendencia de las horror-comedy que precisamente lanza la Universal con El Legado Tenebroso (The Cat and the Canary, 1927) -y no casualmente dirigida por el exiliado de origen alemán Paul Leni-,  Satanás The Black Cat ofrece algún gag de humor que no descompensa el tono de la película.  La aparición de una pareja de policías ineptos o el gag del epílogo rompen momentáneamente la atmósfera de horror y locura que domina el resto del metraje de Satanás The Black Cat.

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Satanás The Black Cat se muestra al público actual como una cinta vigorosa y de unos valores artísticos dignos de descubrir: los juegos expresionistas de luces y sombras, el simbolismo del gato negro como catalizador de la culpa de los protagonistas -en continuo remordimiento por el personaje de Bela Lugosi, que se trastorna cada vez que le ve-, la mezcla de «perversiones», que van desde el ocultismo, la necrofilia, el pseudoincesto o la tortura -aunque sea en off visual- nos dejan un interesante título con una estética poco entendida y rabiosamente vanguardista. Llega a tal punto el carácter visionario de esta cinta que su banda sonora aparece omnipresente en todo el metraje de Satanás The Black Cat, contraviniendo la costumbre de la época que sólo la usaba para enfatizar momentos puntuales y a acompañar los títulos de crédito. Satanás The Black Cat sería la primera de las ocho películas que protagonizarían juntos Boris Karloff y Bela Lugosi, fue la más rentable de los Estudios Universal en 1934, también supuso el aterrizaje de Edgar G. Ulmer en Hollywood y el comienzo de una carrera plagada de títulos imprescindibles para el cine de terror y fantástico, títulos que todos los aficionados deberían revisar de forma obligatoria: Filmografía de Edgar G. Ulmer.

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