nunca me abandones poster

Año: 2010. Duración: 103’ País: Reino Unido. Director: Mark Romanek. Guión: Alex Garland (novela Kazuo Ishiguro). Música: Rachel Portman. Fotografía: Adam Kimmel. Reparto: Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Charlotte Rampling, Sally Hawkins, Izzy Meikle-Small, Charlie Rowe, Ella Purnell, Nathalie Richard, Andrea Riseborough, Domhnall Gleeson, Oliver Parsons.

Si nuestras vidas no son tan distintas de las vidas de la gente a la que salvamos, entonces todos terminamos.

(Kathy / Carey Mulligan)

La aparición del clon dentro del imaginario fantástico es bastante reciente. El clon es el heredero del quimérico Golem hebreo, ficcionado por Gustav Meyrinck y basado en la tradición mágica judía. El Golem es el homúnculo, un ser creado a partir del barro pero que está dotado de vida merced al aliento de su creador y a una fórmula mágica escrita en su frente. Este ser mitológico contó con su réplica cinematográfica de la mano del expresionismo alemán con Der Golem (1918 y 1920). Pero ya lejos del cuento sobrenatural, y desde la perspectiva de la ciencia positivista, el clon es un ser vivo creado con el ADN de otro, del cual es su réplica exacta o un prototipo mejorado del mismo. Los más famosos clones humanos cinematográficos aparecen en Blade Runner (1982), aunque estos individuos conocidos como replicantes eran realmente diseños específicos con una vida limitada desde el momento de su fabricación, y sólo compartían ciertas características genéticas con su creador, el omnipotente presidente de la Tyrell Corporation. Siguiendo la estela de Blade Runner y dentro la ciencia ficción más rabiosa, la excelente película Moon (2009) contempla la posibilidad de usar seres humanos clónicos con fecha de caducidad para las más arduas misiones en el espacio.

Más cercanos a nosotros están los clones de La Isla (The Island, 2005), videoclip de larga duración dirigido por Michael Bay en el cual unos clones eran creados y recluidos en una isla hasta que llegase el momento de su “aprovechamiento” por las personas que ordenaron su creación. Esta última cinta comparte una idea argumental similar a la de Nunca Me Abandones (Never Let Me Go, 2010), la de la puesta en marcha de una industria de la clonación, salvaguardada por una débil deontología, que crea ciudadanos de segunda clase, réplicas de sus “posibles”, o mejor, sus amos en la sombra, que los utilizarán prematuramente para cambiar sus órganos al menor signo de deterioro.

Nunca Me Abandones es una de las referencias fantásticas imprescindibles del año 2011. Firmada por el virtuoso Mark Romanek, es la adaptación que ha hecho el guionista Alex Garland de la famosa novela homónima de Kazuo Ishiguro, en una historia en tres actos que relata la infancia, adolescencia y muerte de varios clones, unidos por la amistad, el amor y búsqueda de la felicidad mediante la asunción de lo que ellos son y la posible moratoria a su inevitable destino, tal y como solicitaba el replicante Roy de Blade Runner. En la película de Romanek se combinan los elementos fantásticos con los dramáticos, dando tanto peso a éstos últimos que la película oscila de forma brillante entre el terreno del melodrama y el mundo distópico al estilo de Hijos de los Hombres (Children of Men, 2006). La estética brit de la película de Romanek también conjuga de forma notable con el tono impreso en la novela original Hijos de los Hombres, de la británica P.D. James.

La cinta comienza con la estancia de los clones en el internado de Hailsham, edificio decimonónico donde se imparte una exquisita educación y donde residen Ruth (Keira Knightley), Tommy (Alex Garfield) y Kathy (Carey Mulligan), niños clónicos educados en la más absoluta ignorancia sobre su destino. En este primer segmento ya se comienza a mostrar parte de ese mundo distópico donde los clones son elementos utilitarios. Sólo recordar la inquietante advertencia sobre no cruzar los límites del colegio, o el momento en el que una profesora confiesa a los niños que serán utilizados como material de repuesto, todo dentro de esa estética británica de la corrección; esta escena comienza con una elipsis magnífica: tras un paisaje soleado aparece la lluvia y la cámara enfoca a un jarrón con una flor marchita. Aparte, la película cuenta con otros momentos de una melancolía aplastante, ambientados con la música de Rachel Portman y el tema de Judy Bridgewater que da título a la película. Rescatamos también aquel instante en el que Kathy se queda mirando un paisaje acotado por una alambrada de espino. Otras escenas destacan por su frialdad formal y efectiva (no efectista) como en las que unos anónimos cirujanos extraen los órganos del cuerpo de los clones de forma apresurada e irrespetuosa.

La distopía planteada por Nunca Me Abandones no es futura. La historia es ucrónica, comenzando en 1957 con el descubrimiento de la clonación. Ya en los años 70, cuando transcurre la primera parte del film, la industria de la clonación está perfectamente asentada y aún conservará algún rasgo ético que desaparecerá con el tiempo. La humanidad –o al menos quien pueda pagárselo- disfrutará de una cura para las enfermedades más graves y no va a renunciar a ella, lo que nos va a plantear un cruel dilema: si a rasgos generales lo descrito en la película fuese una realidad hoy en día ¿tendríamos nuestro propio clon para extraer sus órganos cuando los nuestros fallen? ¿Sería ético? ¿Experimentaríamos algún remordimiento de conciencia?

Nunca Me Abandones es una película que juega muchas bazas, y lo hace bien. Aparte de los aspectos mencionados como la música, la puesta en escena, o la interpretación de los actores, la película posee esa melancolía distópica con ingrediente de sexualidad pervertida que inspiró la cercana Womb (2010), también otra película sobre la clonación con estética gélida y desangelada, que retrata la amarga perspectiva de un mundo que no sabe adónde se dirige, agobiado por los excesos de los adelantos científicos democratizados. Tanto en Womb como en Nunca Me Abandones son los clones quienes se hacen preguntas por su lugar en el mundo y asumen su destino con entereza, y en ambas películas, los protagonistas “más humanos” son presentados como seres egoístas e incapaces de asumir el fatalismo de sus vidas. Es más, en Nunca Me Abandones los ordenantes de las donaciones ni siquiera aparecen en pantalla ni se insinúa que muestren el menor interés por las personas que con su sacrificio van a alargar su vida.

Nunca Me Abandones ha sido todo un éxito artístico, aunque no de taquilla debido a la acritud y poca comercialidad del tema propuesto. Con todo, la vuelta de Mark Romanek a la dirección tras la incomprendida Retratos de una Obsesión (One Hour Photo, 2002) redunda en un estilo preciosista que combina la cotidianeidad de los elementos fantásticos con un dramatismo a flor de piel, vivido por personajes con fecha de caducidad –emocional-, tal y como tienen los clones o el personaje de Robin Williams en Retratos de una Obsesión. Romanek busca la empatía de sus personajes con el público, al fin y al cabo nuestra vida, emociones y conocimientos ¿no tienen fecha de caducidad?

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2 COMENTARIOS

  1. Me ha gustado esta letras. Y una pelicula que me apunto, pinta muy bien y sinceramente ni habia oido hablar de ella. Me gusta mas tu estilo cuando abandonas el gore, te queda francamente bien. Saludos

    • Muchas gracias Plared. Voy un poco por rachas, ahora toca drama…Nunca me abandones es una película muy entrañable, y que además me plantea serios dilemas sobre el destino de nuestra civilización y nuestra evidente deshumanización. Te va a encantar seguro. Y apúntate también otra que comento: Womb, con Eva Green, que tiene puntos en común.
      Joé acabo de ponerte un comment en el que te digo que tu última crítica me ha encantado, en la misma línea.
      Un abrazo.

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