Crítica de la película Lady Macbeth

Título: Lady Macbeth. Año: 2016. Duración: 89′. País: Reino Unido. Dirección: William Oldroyd. Guion: Alice Birch (Novela: Nikolai Leskov). Reparto: Florence Pugh,  Christopher Fairbank,  Cosmo Jarvis,  Naomi Ackie,  Bill Fellows, Ian Conningham,  Paul Hilton,  Joseph Teague,  Golda Rosheuvel,  Rebecca Manley.

Lady Macbeth es una de esas películas en las que el espíritu del eterno Shakespeare planea sobre ella de manera tan contundente como inevitable. Tal es la inmortalidad de sus obras, decálogos de venganza, ira, envidia, adulterio y, sobre todo ello, de la inefabilidad del destino. Lady Macbeth es una película inspirada en el personaje homónimo de la obra de teatro Macbeth, el de la esposa del sacrílego rey de Escocia, una mujer impía y asesina que usa al usurpador Macbeth como medio para realizar un infatigable acopio de poder. Pero este título no está basado directamente en la novela de William Shakespeare sino en una obra literaria llamada Lady Macbeth de Mtsensk, escrita por Nikolai Leskov en 1851, de ahí que el personaje primigenio se trate de manera tangencialmente, condenándolo a ser una víctima de las deudas y abusos históricos y sociales, en lugar de ser víctima de su propia codicia.

Florence Pugh interpreta a Katherine (alegóricamente, Lady Macbeth), una mujer obligada a casarse con un hombre al que no ama y que no le muestra nada más que signos de desprecio, incapaz siquiera de consumar el matrimonio. Katherine se convierte en una prisionera en su propia casa, sintiéndose oprimida y tediosa, y siempre bajo la vigilante mirada de su doncella. En una de las pocas salidas que realiza al exterior conoce a un mozo de cuadras, Sebastian (Cosmo Jarvis), con el que finalmente tiene un tormentoso romance. El sexo se nos muestra como desencandente de una revolución ideológica, de una liberación del encorsetado modo de vida victoriano, eminentemente patriarcal y dominante. Sin embargo, la lujuria también será el comienzo de situaciones más graves que se resolverán con el derramamiento de sangre, con el apilamiento de los cadáveres de aquellos que se opongan a la liberación definitiva de Katherine. Es mediante la lujuria como Katherine toma conciencia de su propio poder, y es mediante el asesinato (la muerte) como encuentra la única forma de perpetuarlo. En ese momento, en el que Katherine decide exterminar a cuantos se crucen en su camino, el personaje de Florence Pough se acerca sobremanera a aquella Lady Macbeth de William Shakespeare. Igual que en la obra de Shakespeare, Lady Macbeth es una mujer psicópata y sin escrúpulo alguno, se vale de la muerte, instrumento único y definitivo, para conseguir todo aquello que desea.

Florence Pugh es Lady Macbeth

Su director, William Olroyd, dirige Lady Macbeth con pulso firme, con escenografías austeras de monocromatismo azul, donde la simetría de los escenarios envuelve a los personajes en un halo de claustrofobia. La mansión, jaula con barrotes de oro para Katherine, se asemeja a una canónica casa gótica. Pero Lady Macbeth, a pesar de las apariencias, no es una película que busque sus referentes en el imaginario gótico, todo lo contrario, se mueve en coordenadas muy contemporáneas, en las del retrato, más realista y traspuesto de la época victoria, del empoderamiento femenino. Dicho empoderamiento, en Lady Macbeth, no es cuestión venial ni una actitud buenista, sino una auténtica lucha a muerte por la libertad. Por otro lado, y en contraste con la austeridad azulada del interior de la mansión, el exterior es un arquetípico paisaje romántico, el paraíso perdido de Katherine.

Lady Macbeth es una película con un espíritu muy independiente. Desde sus orígenes literarios, en la puesta en escena y el trabajo de dirección, todo el título rezuma a obra independiente y atrevida. La interpretación de los actores principales es sobresaliente, pero es Florence Pugh en Lady Mabecth la que consigue sorprendernos con registros que van desde el conformismo a la resolución, desde lo púdico a lo lujurioso, y desde la inocencia a la psicopatía. Florence Pugh logra representar a una moderna Lady Macbeth, una mujer que no solo se alza contra el sistema patriarcal imperante, sino que se regodea en su propio empoderamiento, en una venganza que traspasa los límites de lo éticamente admisible en el ideario feminista contemporáneo. Dicen que las revoluciones solo lo son si se derrama la sangre de los mártires y de los opresores; en Lady Macbeth, esa norma se cumple a rajatabla, aunque la frialdad calculadora de Lady Macbeth la hace inmune a los embates de sus carceleros.

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