Todo empezó el día en que Steven Spielberg, con su productora Amblin Entertaintment, tuvo la feliz idea de reinventar el género del cine familiar. Hasta la fecha, y desde la imagen en blanco y negro, el cine familiar era un componente esencial de la industria hollywoodiense pero que no había sabido actualizarse en forma y contenido a la realidad social del momento. Eran los años ochenta y numerosos directores emergentes de la década de los 70, menos contestatarios que aquellos que habían sido sus maestros, aprovecharon el tirón del cine de entretenimiento, las nuevas tendencias estéticas y los avances en efectos especiales para crear historias que embarcaban a los niños de las áreas suburbiales en intensas aventuras con extraterrestres y monstruos, chocando frontalmente con la encorsetada mentalidad adulta desprovista de ingenio e imaginación. Esta mezcla genérica sin duda tuvo el pistoletazo de salida con E.T. El Extraterrestre (E.T. The Extraterrestrial, 1982), dirigida por Spielberg, que se consolidó con otros dos importantes títulos: Gremlins (1984), dirigida por el en otrora independiente Joe Dante, y Los Goonies (The Goonies, 1985), realizada por Richard Donner. Aparte de estos nombres de prestigio, entre bambalinas Chris Columbus, el futuro director de Solo en Casa (Home Alone, 1990), se encargaría de la redacción de la mayoría de estos libretos.

Los lucrativos proyectos en los que se embarcó Amblin, reventando las taquillas de todo el mundo y llenando las salas de preadolescentes que soñaban con salvar al mundo montados en sus bicis mientras vivían las más increíbles aventuras, animaron a las productoras norteamericanas de serie B a llevar a cabo exploits cuyos títulos, fueron ocasionalmente exportados a Europa y estrenados en las salas comerciales. Sin embargo, algunos de estos títulos guardaban un as en la manga para distanciarse de las producciones de Amblin y buscar señas de identidad propia en terrenos no ollados por la todopoderosa productora de Spielberg. El Secreto de Joey (Joey, 1985), fue la primera producción que mezclaba un argumento decididamente macabro con los estilemas propios del cine familiar. Dirigida por el ahora creador de blockbusters Roland Emmerich, El Secreto de Joey contaba la historia de un niño que se comunica con sus padres con un teléfono de juguete, aunque en realidad el niño oye es la voz de un siniestro muñeco ventrílocuo.

Sólo dos años más tarde, el televisivo Tibor Takács propondría una nueva aventura de tintes sobrenaturales que implicaría a dos niños, Terry (Louis Tripp), Glen (Stephen Dorff) y su hermana Al (Christa Denton), en una lucha contra el mismísimo Satanás; esta cinta sería La Puerta (The Gate, 1987). Uno de estos niños, Glen, estaría interpretado por el alevín Stephen Dorff, actor de indudable talento que se ha prodigado poco en la escena fantástica, y que consiguió su consagración como coprotagonista de la vampírica Blade (1998).

Por primera vez en su vida, Glen y su hermana consiguen que sus padres les dejen solos en casa, durante un fin de semana, sin canguro. Tras celebrar una fiesta en su hogar, y a causa de un cúmulo de acontecimientos, accidentalmente abren la puerta por la que el Señor de los Demonios hará su entrada al mundo terrenal con el afán de conquistarlo. A partir de ese momento se desatará una terrible lucha que, en caso de derrota, podría suponer el fin de la humanidad.

La sinopsis de la película ya indica que el planteamiento de la historia se distancia de las producciones Amblin. Es una historia más dura que los aburguesados argumentos manejados por Spielberg y su bienintencionada camarilla pues mezcla una diversidad de elementos que, por su carácter underground, quedan un poco alejados de las expectativas del espectador medio. En la urbanización donde viven Terry, Glen y su hermana Al no se ve un adulto y parece que nadie se percate de los increíbles sucesos que están teniendo lugar, como si al final todo estuviera en la mente de los chavales. Por otra, la hermana de Glen, en plena adolescencia, se ve forzada a elegir entre los vicios de la adolescencia descreída y los vestigios de una infancia agónica que todavía tiene fuerzas para creer en la magia y el poder de la aventura.

El carácter impreso a los personajes contempla de carrerilla esa familia norteamericana en pleno proceso de descomposición –moneda común ahora en todo el orbe occidental- y la necesidad de escapismo de esa dura realidad mediante la imaginación. Terry –su madre ha fallecido prematuramente- es amante del heavy metal y de la música satánica; en una sobreactuada escena donde escucha al revés un LP de música satánica descubre la clave para resolver el misterio de La Puerta. Glen y su hermana sufren un abandono constante de sus padres –que sólo aparecen fugazmente en la película-, pero además ese fin de semana estarán  solos y a cargo de la enorme casa donde viven.

Una nueva edición de La Puerta ha sido lanzada por la editora 39 Escalones, en versión remasterizada y con el formato 16:9. Todo un lujo que permite contemplar esta modesta película en su verdadera dimensión, con esos tonos pastel y esos excesos estéticos tan en boga en la década de los 80, que intentaban disimular en ocasiones la modestia con la que se realizaban algunas producciones. Este factor no es ajeno a La Puerta. Es una película realizada con pocos medios que se guarda sus mejores bazas para los últimos veinte minutos, y que usa la casa de Glen y su patio como casi único escenario, llegando a extremos de tedio y similitud con una sitcom –pero sin risas-, renqueando con una evidente falta de ritmo hasta que comienza la verdadera acción mediante la irrupción expresa del elemento fantástico.

Sin duda, lo que da valor a esta película como clásico del terror ochentero es la parte en la que se produce la invasión de la realidad cotidiana por las fuerzas del Mal, materializadas en forma de pequeños demonios rodados al estilo del maestro Ray Harryhaussen mediante técnicas de stop motion, baratas pero realmente efectivas, que consiguen los mejores momentos del film, cuando los protagonistas deben hacer frente a ese peligro real que es la condenación de la humanidad, y en especial cuando emerge del abismo El Señor de las Tinieblas, una especie de enorme lagarto con varios pares de brazos que deja su impronta en la mano de Glen en forma de ojo que todo lo ve. Es en ese momento cuando Tibor Takàcks se suelta la melena e incluso se atreve a mezclar subgéneros terroríficos poniendo en escena a un zombie –popularizados en la década de los 80 por dos nuevas entregas de la saga de zombies de George. A. Romero- en un cierre en falso del film. La derrota de Satanás corre de cuenta de Glen y los juguetes que sus padres le habían prohibido utilizar –guiño a la presión parental que sufren los niños para que abandonen la infancia y se encaminen a la madurez-, unos cohetes a propulsión que, aún juguetes, finalmente sirven para restaurar el orden y salvar a la Humanidad.

Posteriormente Tibor Takácks realizaría una secuela de La Puerta, La Puerta 2 (The Gate 2:  Trespassers), que contaría de nuevo con el personaje de Terry (Louis Tripp) encabezando el reparto.

Juan Con Miedo (2011)

Se incluye este cortometraje, sexto trabajo del madrileño  Daniel Romero en el que, con una calidad visual excelente, niño y niña son protagonistas de un cuento macabro, con hombre del saco y monstruo incluido. Realidad o producto de la imaginación de los infantes, al igual que en La Puerta, la historia nos sumerge en ese mundo infantil de imaginación desbocada donde todo se mezcla sin que nada importe, únicamente la vivencia de la aventura y, a través de ahí, el encuentro del amor.

1 COMENTARIO

  1. Me alegra que trates de la película «La Puerta» en tu blog, un film de bajo presupuesto que no tendría por qué ser muy inferior a E.T., sino fuera porque su escaso presupuesto no le dio para ir más allá de la serie B. Particularmente, me resulta muy atractiva la historia. Es cierto que los monstruos dejan mucho que desear y entroncan con films algo cutres como «La venganza de los muñecos» o «Ghoulies». Sin embargo, la historia es muy buena y los niños tienen unas actuaciones solventes. Algo distinto, sería en «La puerta 2», que considero ya bastante inferior, aunque tampoco pésima. Un saludo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí