la-deuda

Año: 2011. Duración: 114 minutos. País: EE.UU. Director: John Madden. Guión: Assaf Bernstein, Jane Goldman, Ido Rosenblum, Peter Straughan, Matthew Vaughn. Reparto: Sam Worthington, Jessica Chastain, Marton Csokas, Helen Mirren, Tom Wilkinson, Ciarán Hinds, Jesper Christensen

Israel es una nación surgida de un sacrificio colectivo, como fue el holocausto nazi, donde varios  millones de personas murieron a manos del régimen hitleriano. No es de extrañar que en los albores de la creación del estado judío, muchos de los esfuerzos del gobierno de Israel fuera la caza y captura de antiguos criminales de guerra nazis, entonces reciclados a buenos ciudadanos, bien en Alemania o, más frecuentemente, en países extranjeros, sobre todo latinoamericanos. En este contexto, el Mossad (servicio secreto israelí) monta operaciones para secuestrar a los criminales de guerra y llevarlos ante la corte hebrea, sin previo paso por otros tribunales internacionales.

Munich (2005), de Steven Spielberg realiza una inmersión de una de esas misiones a modo de daño colateral, recreándose en la operación de castigo pero también en las consecuencias personales para los agentes responsables de esa operación, que fueron relegados por las autoridades israelíes como elementos incómodos, poseedores de secretos que, por significativos, debían ser acallados condenándoles al ostracismo u otorgándoles un despacho oficial. El gobierno israelí aplicó a los terroristas la misma lógica sanguinaria de la que habían sido víctimas sus ciudadanos, poniendo en entredicho la incipiente democracia con métodos tan brutales como los usados contra ella.

La Deuda (The Debt, 2001) bebe de la película homónima de nacionalidad israleí Ha-Hov’ (2007) de Assaf Bernstein. Dividida temporalmente en dos partes distintas con una diferencia de veinte años (1965 y 1997), y a modo de flashback, cuenta la operación del secuestro de un criminal nazi, el Cirujano de Birkenau (Jesper Christensen), en el Berlín Este por parte de tres jóvenes agentes del Mossad. La misión resulta un fracaso y el criminal huye. Para salvar la credibilidad de los agentes y el honor del estado israelí, deciden mentir acerca de la huída del criminal y simular su muerte. Treinta años después la mentira y los remordimientos pasarán factura a cada uno de los agentes, en consonancia con la posición social y personal que han obtenido.

Este thriller político cuenta con estupendos actores a ambos lados de la línea temporal, quedándonos más satisfechos con la etapa berlinesa, más densa en intriga y con personajes más impulsivos y decididos. En la etapa moderna los personajes se presentan endurecidos, amargados, cínicos y frustrados, aunque sean considerados como héroes nacionales. Esa pátina del tiempo es la factura que han pagado por vivir una vida que no les correspondía. Cada uno de ellos evoluciona hacia un sentido distinto. El personaje de David (Sam Worthington/ Ciarran Hinds ), incapaz de soportar los remordimientos, se lanza en busca del criminal; el de Stephan (Marton Csokas /Tom Wilkinson) vive cómodamente como parte del engranaje del sistema, disfrutando de los réditos políticos de su supuesta hazaña; y el de Rachel (Jessica Chastain/Hellen Mirren) se enriquece contando una y otra vez el falso episodio del intento de huída y muerte del nazi. Únicamente el personaje de David busca una redención total, aunque finalmente Rachel es condenada, como el mítico Sísifo, a repetir y terminar aquello que empezó en el mugriento piso de Berlín en 1965.

La película del director John Madden cuenta con la virtud de remover en la conciencia, de examinar la necesidad de que la verdad salga a flote, cuanto más en aquellos dudosos mecanismos de la democracia de la que tanto nos vanagloriamos, y la que sólo el coraje personal y el compromiso puede redimir. Debemos recordar que las personas son personas y los regímenes políticos son estructuras “morales” creadas con fines muy determinados: la acumulación de la riqueza y el poder, y que debe ser la conciencia de aquellos que protagonizan la Historia la que salvaguarde al pueblo de la tiranía. El personaje de David es la conciencia, el de Stephan es la política, y el de Rachel representa a la deuda que la segunda contrae con la primera.

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