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Crítica: Cumbres Borrascosas, de Andrea Arnold

Título: Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights). Año: 2011. Duración: 128’ País: Reino Unido.  Director: Andrea Arnold. Guión: Olivia Hetreed (novela: Emily Brontë). Música: Mumford & Sons. Fotografía: Robbie Ryan. Reparto: James Howson, Kaya Scodelario, Nichola Burley, Oliver Milburn, Steve Evets, Amy Wren, Paul Hilton.

Perdido en medio de una tormenta de nieve en un rocoso páramo inglés, un extranjero se topa con Cumbres Borrascosas, la lúgubre mansión del misterioso Heathcliff, un hombre tan torturado por un amor frustrado que ha perdido el deseo de vivir. Mientras la tormenta ruge en el exterior, el fatigado caminante escucha fascinado la triste historia del desesperado amor de Heathcliff y Cathy. Cuando Heathcliff volvió a buscarla, después de una larga ausencia intentando hacer fortuna, Cathy se había casado con un joven de la alta sociedad. El desengaño destrozó el alma de Heathcliff, pero no logró apagar el fuego de una pasión inextinguible que arderá en sus entrañas por toda la eternidad.

La famosa novela de la mediana de las hermanas Brönte, Emily, ha sufrido un sinfín de adaptaciones, y no sólo en el cine, el texto ha servido para la producción de innumerables seriales de televisión que han poblado nuestra pantalla pequeña durante algunas temporadas. En lo que se refiere a su adaptación al celuloide, nos encontramos con versiones realizadas por clásicos y reputados directores como William Wylde (Cumbres Borrascosas, 1939), outsiders de la industria como Robert Fuest (Cumbres Borrascosas, 1970), el adalid del surrealismo que fue Luis Buñuel (Abismos de Pasión,  1953), e incluso existe una versión nipona ambientada en el Japón medieval dirigida por Yoshishige Yoshida (Cumbres Borrascosas, 1961). Mención aparte queda la fallida adaptación protagonizada por los iconos de románticos del cine de los noventa Juliette Binoche y Ralph Fiennes (Cumbres Borrascosas, 1992).En esta ocasión ha sido la británica Andrea Arnold la que ha llevado con pulso firme la nueva adaptación de esta historia de amor, pasión, locura y necrofilia.

cumbres borrascosas wuthering heights bronte

Echando la vista atrás, la estela filmográfica de Andrea Arnold no nos remite a títulos de corte precisamente clásico, todo lo contrario, sus dos películas anteriores Red Road (2006) y Fish Tank (2009) son piedras maestras del cine independiente británico, con una lectura social más que explícita, dos obras vigorosas y raras a la vez por la crudeza de sus narraciones y el dibujo de unos personajes al límite. También en el aspecto formal el cine de Andrea Arnold es un glosario de posmodernidad aplicada a la creación de películas independientes donde lo que prima es la visceralidad con la que la cámara conecta con la historia y la transmite al  público. En su última película Cumbres Borrascosas (Wuthering Weights, 2011) no falta ningún ingrediente del cine de Andrea Arnold,  pero el enfoque que ha dado a la adaptación necesitaba necesariamente alejarse, aunque sólo fuera un poco, del su estilo crudo y visceral.

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La primera parte de la película –igual que la novela, la película consta de dos partes claramente diferenciadas- contiene esos ingredientes que no pueden faltar en una cinta con el sello de la directora. El uso de la cámara en mano, de la violencia incontenida, de los planos cortos y de los ambientes densos y cargantes están ahora reforzados por la fotografía de un paisaje húmedo y oscuro, donde los caminos de lodo y las colinas envueltas en brumas sustituyen a las urbes oscuras y sucias que Arnold fotografió en Red Road o Fish Tank. En la segunda parte Arnold muestra un film más pasional, con un romanticismo desbordante, y ahí se detiene por momentos en el detalle, en la apreciación preciosista de los objetos, fotografiando con  una mayor luminosidad; no obstante, este regalo no es gratuito y la directora vuelve a ensañarse con el público mostrando a unos personajes desesperados y consumidos por la pasión hasta llegar a extremos poco complacientes en algunas escenas, donde las situaciones se resuelven con una  visceralidad extrema;  sólo hay que recordar aquella escena en la que Heathcliff  (James Howson) se lanza desesperado a desenterrar a Cathy (Kaya Scodelario).  El trabajo de los actores gana enteros en esta segunda parte, ofreciendo interpretaciones menos ajustadas,  donde saca más partido a los personajes, y donde destaca con luz propia la presencia de Kaya Scodelario, una joven actriz a la que se le adivina un futuro prometedor, y no sólo por su desbordante belleza; el  magnetismo que la modelo y actriz británica tiene con la cámara resalta de manera clamorosa, y como muestra destacamos la escena en la que su personaje que recrimina a Heathcliff haberla abandonado y le pone el pie en la cara, mostrándole el poder que ejerce sobre él.

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La mirada de Andrea Arnold a este clásico es sin duda muy personal. Las cuestiones de fondo que ha tratado en el resto de su filmografía siguen estando ahí: la discriminación (Heathcliff ahora es un chico de raza negra), la ambición desmedida, la arrogancia, la ira, y imposibilidad de perdón o redención se muestran como componentes esenciales de este cóctel que necesariamente lleva a los personajes a su destrucción, y la forma en la que ésta se produce a cabo no puede ser menos cruenta que la naturaleza de unos sentimientos desaforados, fruto de la intolerancia y la frustración. Así es el cine de Andrea Arnold, su modo de entender la vida es cualquier cosa menos complaciente, y su compromiso ético resalta de nuevo de forma evidente aunque se trate esta vez de la adaptación de Cumbres Borrascosas, un clásico de la literatura gótica romántica.

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