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Año: 2010. Duración: 112. Director: David Michod. Guión: David Michod. Música: Antony Partos. Fotografía: Adam Arkapaw. Reparto: James Frecheville, Ben Mendelsohn, Guy Pearce, Jacki Weaver, Joel Edgerton,Luke Ford, Sullivan Stapleton, Dan Wyllie, Anthony Hayes, Laura Wheelwright, Mirrah Foulkes, Kieran Darcy-Smith.

Parece que todo el cine que nos llega de Australia está impregnado por la sequedad y salvajismo del continente oceánico. En casi todas las películas australianas, el naturalismo que exhiben sus paisajes es trasladado incluso a entornos urbanos, mostrándonos las calles a ras de tierra, sin complicaciones estéticas o metafóricas. Así es Animal Kingdom (2010), ópera prima de David Michod, que se ciñe como un guante a línea que acabamos de apuntar. Una familia dedicada al crimen se dedica a encender fuegos y un sistema policial represivo los apaga de la misma manera, encendiendo otros, y no dando respiro a una clase criminal que, en forma de clan, o mejor, de núcleo familiar matriarcal vive y pasa el tiempo enfrascado en una decadencia de la que sólo destaca el ávido ingenio de su matriarca y el más pequeño de sus retoños.

El cuadro que enfoca la cámara al comienzo de la película es más que ejemplarizante, en este sentido. Y es que Animal Kingdom habla de una jungla humana donde víctimas y depredadores conviven en una pirámide alimenticia donde sólo sobrevive el más fuerte o el más inteligente. Entre las numerosas escenas a destacar hay una en la cual se le enseña al retoño de la familia a lavar su polla tras orinar, una lección de higiene básica que viene a ser para él, el icono que resume el aprendizaje a pie de calle, con crudeza y decisión, que tendrá que asumir e interiorizar a lo largo del film. Las referencias estéticas no sólo van de la mano de esa tradición de cine “árido” de su país, como ya hemos visto en otras referencias extragenéricas como Wolf Creek (2005). Otra deuda, fuera del cine policiaco, está en el cine social de Ken Loach. Los edificios de apartamentos, barrios suburbiales, la forma sobria de enfocar los aspectos más dramáticos del film. Todo ello es un Ken Loach en estado puro, aunque fuera del contexto de lucha social que el realizador británico esgrime, toda vez que la dualidad moral de todos los personajes, excepto el interpretado por Guy Pearce, no invitan a la conciliación con ellos ni con el duro universo criminal-postindustrial que ayudan a sostener: asesinatos, tráfico de drogas, abusos, etc. Así, este film neonoir, alejado de los calculados dramatismos de Michael Mann, y de la negritud de James Gray, deja al espectador huérfano para tomar sus propias decisiones, pudiendo caer en la trampa maniquea y juzgando el comportamiento de una familia que es a la vez víctima y verdugo de una situación en la que la exclusión social y la pobreza obliga a replantearse estructuras familiares, que más parecen a las de los animales que a las de los cómodos núcleos familiares que habitan esa próspera Australia suburbial que vemos en las noticias, cuando el país no está en llamas de un costado a otro.

Con todo, nos quedamos con el sabor de boca a tierra seca, con los ecos sordos de los disparos en los escasos pero efectivos arranques de violencia, con esos implacables y poco habladores policías con camisa blanca y corbata, y en el fatalismo que rezuma la historia, de la cual sólo los más fuertes y aptos sobreviven.

Animal Kingdom ha sido galardonada con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundace 2010.

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