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Crítica de la película A field in England, dirigida por Ben Wheatly

Título: A field in England. Año: 2013. Duración: 90′. País: Reino Unido. Director: Ben Wheatly. Guión: Amy Jump, Ben Wheatley. Música: James Williams. Reparto:  Julian Barratt, Michael Smiley, Reece Shearsmith, Ryan Pope, Richard Glover, Peter Ferdinando.

A Field in England: Guerra, drogas y alquimia en el siglo XVII

La larga tradición de género del cine británico ha estado de capa caída durante tres décadas. Los últimos estertores de la productora Hammer a finales de los setenta dejaron un panorama más que sombrío, un universo fantástico cuyas tendencias se habían volcado al otro lado del océano, hacia un cine más comercial y accesible para todos los públicos, especialmente el adolescente, mediante la aparición de nuevos subgéneros como el slasher o el cine fantástico familiar. La defunción del cine de horror británico más clásico se vio certificada por los últimos fiascos de la legendaria productora, que apenas tuvieron cabida en las salas comerciales.  De todas formas hay que reconocer que el look visual y el abanico temático de la Hammer se había desgastado hasta el hueso, su tiempo se había agotado y la renovación del género tenía que llegar de una manera u otra.

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El punto a favor con el que ha contado para su resurrección el cine británico de género es la existencia de una industria, débil en principio, pero que se está fortaleciendo día a día. La supervivencia de esta industria ha sido debida a la producción de un cine costumbrista con sello propio, y con cierta carga de ciencia social; no olvidemos además la importancia de las producciones de la BBC como indispensable cantera para la formación de nuevos talentos; ahí están series como Dr. Who o Sherlock Holmes, siguiendo la prolífica línea de producciones de índole fantástica que siempre ha caracterizado al canal público.

Volviendo al ámbito del largometraje, el cine de género británico ha sabido mutar y convertirse en algo nuevo. Los aires de renovación de la industria del terror o del thriller deben mucho a las mediocres producciones de Guy Ritchie, pero aún más a un puñado de proyectos independientes que han captado la atención de los aficionados en los festivales especializados, convirtiendo sus propuestas en películas de culto vistas por millones de espectadores. Y es ahora cuando podemos soltar unos cuantos nombres que el aficionado identificará como los firmantes de algunas de las cintas británicas más notorias de los últimos años: Peter Strickland (Berberian Sound Studio, 2012),  Julian Gilbey (A Lonely Place to Die, 2011), Bart Layton (The Imposter, 2012), Jake West (Doghouse, 2009), Chistopher Smith (Triangle, 2009) y -le dejamos para el último lugar-, el realizador más destacado de todos, no tanto por ser el mejor, pero sí el más popular, Ben Wheatly.

A Field in England drugs and war

La éxito carrera de Ben Wheatly parte de una postura tan interesante como resbaladiza: el minimalismo en la puesta en escena. Las películas de Ben Wheatly, desde su raruna pero interesante Down Terrace (2009), pasando por su éxito internacional Kill List (2012), y su aún mayor éxito, Turistas (Sightseers, 2012 ), hasta su último film, A Field In England (2013), comparten una serie de puntos en común que se podrían resumir en una factura minimalista con cierto tono experimental. Es en este último film donde Wheatly pone más carne en el asador en ese aspecto. La realización de A Field In England está cargada de minimalismo y de experimentación, otra cosa será la satisfacción que le produzca al espectador el visionado de hora y media de un crudo viaje psicodélico realmente difícil de digerir, ininteligible las más de las veces.

Únicamente seis actores, un descampado, unos uniformes de época y un poco de humo artificial, esa es la puesta en escena de Ben Wheatly para A Field In England. Ahora empieza lo mejor: cómo hacer que con tan pocos elementos se cohesione una película que pueda gustar al exquisito paladar del aficionado fantástico. Los resultados son relativos y sujetos a la subjetividad del espectador. Sin duda, la pobreza de la puesta en escena aparece camuflada, e incluso se crece, mediante una magistral fotografía en blanco y negro y el uso de mil y un recursos fílmicos, como la distorsión del plano o la imagen estroboscópica. Todo esto nos sonaría a efectismo barato -aunque el resultado es impresionante- si diera soporte a una historia que requiere de una empatía absoluta por parte del espectador, y dada la naturaleza de la historia, esto no es fácil:

Un grupo de desertores de la Guerra Civil inglesa se encuentra con un alquimista que les propone encontrar un tesoro oculto en un campo inglés. El problema reside en que el tesoro puede no ser tal tesoro y las misteriosas energías que rodean la campiña comienzan a hacer mella en la moral y la cordura del grupo. Esas misteriosas energías se ven reforzadas por la continua ingesta de setas alucinógenas, que en pleno éxtasis colectivo hacen surgir de la tierra a un misterioso personaje, O´Neil, con el que establecerán una relación de servilismo y odio que terminará en un baño de sangre.

A Field In England dirigida por Ben Weathly

A priori, la complejidad del guion de A Field in England desanima a muchos. Es difícil seguir el pulso que Wheatly y su coguionista, Amy Jump, nos proponen si esta historia de locura colectiva y trip de época no nos interesa demasiado. La locura alucinógena en pos de una quimera ya quedó perfectamente delimitada por Werner Herzog en Aguirre, La Cólera de Dios (Aguirre der Zorn Gottes, 1972), pieza canónica de la que A Field In England es deudora.  Con la cinta de Wheatly obtenemos más goce en el aspecto visual y en el humor negro que vomitan los estrafalarios personajes protagonistas de esta gesta alucinógena, cinta que desde luego es desaconsejable ver sin tener la motivación adecuada, es decir, aunque esto suene fuerte, ponerse en el lugar de los personajes sin haber ingerido una buena dosis de enteógenos,  para poder así entrar a formar parte de un esquema narrativo absurdo y cambiante. Suenan fuertes las anteriores palabras y limitan sin duda el acceso del espectador a la comprensión de la cinta, pero la vivencia de una experiencia alucinógena es así, el esquema mental racional muta en presencia del enteógeno para dar lugar a un modelo más flexible, capaz de asumir como lógicas circunstancias que nos parecerían absurdas en estado de vigilia.

A Field In England 2013

Ya comentamos que el visionado de A Field In England no es fácil, especialmente si se quiere analizar desde una perspectiva excesivamente rígida y racionalista. También ahí reside lo que hace singular a esta película: la creación de un universo paralelo en el que los personajes viven su propia peripecia, alejada de las circunstancias vitales que envuelven al mundo en el que viven, esto es, la guerra civil, el hambre, la enfermedad. Como ejercicio de estilo es un importante referente, una película que ha sido trabajada hasta alcanzar un alto grado de experiencia visual que, cómo se ha indicado anteriormente, juega a favor y en contra de la cinta, dependiendo de los ojos con que la miremos, cosa que queda ya de parte de cada espectador. Ben Wheatly sigue jugando las mismas cartas que en anteriores producciones, pero A Field In England supone un salto cualitativo en su estilo que le hará trascender por encima de otros realizadores más normalizados. Es ésta una película que se merece una oportunidad o dos, solamente por contemplar como su factura ya vale la pena, pero nuevamente queda advertido el espectador para que se cuide de valorar esta cinta con los ojos de la lógica, debemos cambiar de perspectiva si queremos asumir la intensa experiencia que nos propone Wheatly.

3 COMENTARIOS

  1. Vamos, que hay que chutarse para apreciarla, ¿no? Y qué va mejor: ¿un poquito de ácido? ¿LSD quizás? ¿O basta con unas pocas setas?

    Entonces quizás me esté percatando, en este mismo momento, que aquel café con el que desayuné hace dos semanas en Sitges previo a su pase a las 8.30 de la mañana, estuviera alterado. Porque yo sí la supe apreciar… la seguí interesadamente, me reí por momentos, y me fascinó en otros. Es un film altamente estimable.

    Saludos.

    • Unas setas serán lo mejor, la experiencia alucinógena necesita reciprocidad y empatía. No creo que ese café tuviera ninguna sustancia de esas, si no ya me estás diciendo donde lo tomaste para ir yo. Si lo aprovechaste, estupendo, aunque te advierto hay detalles que únicamente una mente en estado alterado puede aprehender, y que pasan inadvertidos para una persona con pleno dominio de sus facultades mentales.

      Luego te pongo un whatssap.

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